viernes, 12 de enero de 2018

MENOS PENETRACIÓN Y MÁS COMPENETRACIÓN Por María I. Clemente Martori


Vivimos en un entorno donde hablar de SEXO, en el peor de los casos nos da pánico, y en el mejor, vergüenza.
Nos pasamos el día mandándonos mensajes a través de las redes sociales, con un intenso contenido hipersexualizado. En tertulias improvisadas, hablamos frívolamente acerca de posturas, tamaños, noches maratonianas y orgasmos inolvidables.
Teñimos la vergüenza de chistes. Y los miedos de faroles.
Y así entre postulados, creamos nuestro propio personaje, que poco se parece a la imagen real de nosotros mismos.
Sin embargo, cuando se trata de desnudar el alma. Cuando toca mirarnos fijamente al espejo y pasearnos por las estancias donde habitan nuestros miedos, solemos blindarnos con muros infranqueables, para ocultar secretos, frustraciones y deseos negados, que nos hacen demasiado vulnerables y ponen en riesgo nuestro encaje en patrones de normatividad, que tienen que ver mas con lo externo que con lo interno.
No hay que olvidar que en el contrato implícito del amor, además, siempre intentamos ser lo que el otro espera de nosotros, ante la neurosis de no ser aceptados.
Siempre digo que un beso es un acto mucho más íntimo que un coito. Una mirada que una masturbación. Y que una sesión de ternura y de caricias, puede agitarnos el alma hasta un clímax desconocido.
Sin embargo, desde un paradigma donde lo que vale son los cuerpos, los tamaños, las funcionalidades y los orgasmos, dejamos fuera sin darnos cuenta, a más de media población que no llega a superar los cánones impuestos por un patriarcado, donde lo no productivo, ya no vale. Tener más de 50 años. Tener algún tipo de discapacidad. No cumplir los estereotipos de belleza, o simplemente orientar tu deseo hacia caminos no tan ortodoxos como son la heterosexualidad, el matrimonio, la familia o la maternidad… te acaban convirtiendo en un ser periférico, en el raro, en la amiga “solterona” o en el desviado…. Y cuando esto sucede, cuando este “auto-drama” se enraíza en lo cotidiano de lo personal, hay una consecuencia mucho más grave, que nos aísla del encuentro con el otro y nos condena a la soledad.
De pronto nos volvemos invisibles.
Aquel que se descarta como ser sexuado, no lo hace solamente porque así se lo han inculcado los infinitos mensajes subliminales que nos rodean y nos recuerdan que no somos deseables. Sino porque además históricamente, carecemos de un imaginario erótico donde lo diverso y lo no normativo, también EXISTA.
Es tan fuerte la corriente del pensamiento colectivo y a la vez tan limitado nuestro universo erótico. Estamos tan encerrados entre las paredes de la “normalidad”, donde existe un guión impuesto por la hegemonía del judeocristianismo, que llega un día en el que nuestro verdadero YO, se siente tan alejado de ese ideal de sujeto sexualizado, entre tertulias, risas y amigotes, que nos acabamos auto-descartando como seres deseantes y deseables… Y eso es lo más parecido a una muerte en vida….
Mi trabajo se basa en demostrar al OTRO, como en el encuentro íntimo y erótico no es tan importante lo que hacemos, sino lo que sentimos. Y como desde la quietud, desde la consciencia de nuestra piel y desde gestos tan simples como apoyar nuestras frentes, respirarnos boca con boca o simplemente sentir la profunda cercanía de otro ser humano que nos acaricia mas allá de la piel, existe un milagro mucho más profundo llamado INTIMIDAD, que nos conecta con el otro, pero sobretodo, con nosotros mismos.
Cuando somos capaces de entrar en ese flujo. Cuando sentimos que el tiempo se detiene y que los cuerpos se balancean con la suavidad de las hojas al viento. Cuando lo sutil se convierte en grandeza. Y cuando una mirada se cuela por el estómago, te revuelve las tripas y se redibuja de nuevo en una sonrisa… Entiendes que todo el potencial que esconde tu Ser, está todavía virgen y por descubrir. Y que hay algo más allá de los cuerpos, de las mentes y de los sexos, que nos une y nos conecta con la vida y con el flujo del compartir.
Tal y como dice mi gran amigo Francesc Granja, “menos penetración y más compenetración”.

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